jueves, septiembre 29, 2005

manías

Hoy, sentada en el metro, he aprovechado una factura arrugada de visa para escribir diez de mis manías. Mientras, el señor que iba sentado a mi lado iba mirando de reojo y yo, a su vez, iba ladeando el papel. Ahora escribiendo aquí me estoy dando cuenta de que esa es otra manía. No soporto que haya alguien mirando por encima mío lo que estoy escribiendo o leyendo. Hablando de leer, siempre empiezo el periódico por el final.
Me gusta acariciarme las pestañas, me relaja mucho. Es algo que hago desde que era inconsciente; ahora lo sigo siendo un poco y tengo el vicio adquirido de acariciarlas hacia arriba y hacia abajo. Es muy útil pues me ayuda a dormir y me relaja cuando estoy nerviosa. Antes me mordía mucho las uñas, mis dedos parecían muñones. El año pasado dejé de hacerlo y no lo echo nada de menos.
Siempre me fumo uno antes de acostarme. También me ayuda a dormir. Sigo pensando que hay cosas que me ayudan a dormir cuando posiblemente las he convertido en rituales que me hacen creer que así me voy a dormir de verdad.
Suelo desenredarme el pelo boca abajo. Ignoro porqué. Tengo el pelo largo pero siempre acabo recogiéndomelo. Y cuando lo dejo suelto no paro de estirarlo con los dedos para que se ondule lo menos posible, algo casi inevitable cuando tienes el pelo ondulado. A veces casi lo consigo.
Me gusta cantar cuando nadie me oye. Con frecuencia imagino historias con personajes reales. Bueno, supongo que eso de una manera u otra lo hacemos todos un poco.
Recupero papeles arrugados e inservibles y escribo toda clase de tonterías en ellos.

miércoles, septiembre 28, 2005

casualidades, causalidades

Últimamente me encuentro en situaciones muy graciosas; digamos peculiares por lo menos. Quizás es que una no está acostumbrada a estas cosas. Me he sorprendido a mi misma riéndome de momentos que en otra ocasión me hubiesen parecido ingratos. Y sienta fenomenal, reírse digo; aunque me gusten tanto las cosas tristes.
Pienso en las casualidades, en cómo me gusta darme cuenta de cosas a las que nunca antes había prestado atención, descubrirlas después de mucho tiempo y relacionarlas con alguien del presente. Le dan un poco de emoción a esta vida, un toque de color.

una llamada perdida de un número desconocido. encontrar una voz conocida al otro lado y que te haga ilusión que te llame por primera vez. que alguien te pregunte si te gusta lo que haces. que no te guste y que te pueda ofrecer algo mejor. que se lo digas, por favor. irme lejos y encontrarnos en una estación de tren en una ciudad lejana. ver el otoño desde mi ventana. mandarina. cantar los dos mientras él conduce. llevarlo a mi escondite y que me haga reír.

martes, septiembre 06, 2005

Malsonando

Me apetece estar en silencio. Ya he hablado y no he encontrado respuesta. Acepto que quizás no era el mejor momento para hacerlo, mis facultades estaban alteradas, pero era plenamente consciente de todo. Es como si estás esperando que aparezcan los ovnis. Y llegan y los ves. Flipas. Pero después no aparecen en la foto. Entonces nadie te cree. Solo tú lo sabes. Lo demás no importa.
No estoy hablando de ovnis. Estoy hablando de ecos, de voces que se van para no volver. De conversaciones a medias y respuestas por llegar. No pensaba, actuaba. Aunque luego suponga ésto que yo sea de otra manera. Lo típico, yo esto no lo hago nunca. Hasta que lo haces y se entera todo el mundo. Pasas a formar parte del lado oscuro y desde ese momento sabes con certeza que te has equivocado, que deberías haber mostrado el otro lado, que también era desconocido, pero más dulce.